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Resumen argumental

Concierto artístico-didàctico.
Recital de canto y narrativa de la cultura mapuche. Distintos aspectos de la propia cultura: cosmovisión, historia y la actualidad del pueblo mapuche.
Folil ha recorrido escenarios del país y el extranjero.
En Argentina es considerado de sumo interés en los niveles educativos primarios, secundarios y
universitarios.

* Recopilación de textos, compaginación y puesta en escena: Luisa Calcumil.

LUISA CALCUMIL, hija del culchrun y la guitarra.

Habla despacio y pausado, como la gente de campo, como el que sabe que no hace falta gritar para que lo respeten. Y eso se puede palpar durante los espectáculos cuando su voz se alza (por entre las cientos de personas que la reciben) hablando en «lengua», interpretando un tahil sin más acompañamiento que la letanía del cultrum.
Parece tener algo de «machi» y es posible que de cierta forma lo sea. Cierto es que esta Luisa Calcumil no cura con hierbas, pero como las antiguas machis tiene esa capacidad para hacerlo con la palabra. Porque, ¿qué otro sentido más excelso hay en un hecho artístico que el de juntar esas cosas sueltas que nos andan dando vueltas en el alma?
Y si es de juntar retazos, cosas sueltas, sabe mucho esta mapuche, rionegrina y andadora incanzable de los caminos del sur, que a los 50 años dice que todavía no sabe cómo se metió en esto del teatro.
Se nota que no quiere sacar patente de trabajadora sacrificada. Se nota que es su forma de ser. Hablamos del respeto, que «es una respuesta que se construye entre todos» y hablamos también del respeto a lo mapuche y que las cosas están cambiando.
Luisa Calcumil camina sobre terreno conocido. Sabe mucho de la memoria porque trabaja con ella. Toda su obra es un permanente paseo por el tiempo. Por esas cosas, olvidadas quizás, pero que están siempre vivas dentro de sus paisanos, de nuestra gente. Por eso las cuenta con naturalidad, no como quien se pone ropa prestada para subir a un escenario.
La acción de actuar o de cantar, en Luisa no tiene el mismo significado que para otros cultores del acervo de este Sur. En ella no hay imposiciones estéticas o nacionalistas sobre el «ser» patagónico. No las necesita, por cierto, dado que ella «es» patagónica y paisana (con mayúscula). Así sus obras no tienen más ropa que la de la gente del campo («porque no les voy a dar el gusto –a los poderosos- de ser tratada como algo excepcional» dijo hace un tiempo). Por eso no extraña cuando en su espectáculo habla mitad en lengua y mitad en castellano, o cuando canta una cueca, una milonga o un chamamé. Porque todos estos ritmos están metidos en la piel de todos los paisanos, aunque no sean enteramente «patagónicos» por definición.
(…Hace más de media hora que empezamos la nota y Lilian, su productora, como pequeña mariposa nocturna sigue –infatigable como siempre- cargando cosas y ahora diciendo que empezó a lloviznar. Me despido y me enfrento al frío de la noche.
«L.J. Lo juimo» murmuro para mis adentros. Pienso que Luisa se sonreiría).

Alfredo Giménez –NOTA DIARIO EL
JORNAL DE TRELEW


Se vino la Luisa... se vino la Calcumil

(...) Viene empujando mi canto
el eco de nuestra historia
soy parte de los que viven
con ilusión y memoria (...)
del poema “Porfía”
Luisa Calcumil, 1995

No es la primera y esperamos que no sea la última visita de Luisa Calcumil. El pasado 5 de septiembre arribó a nuestra región cordillerana una de las tantas militantes de la vida que cobija la Patagonia.
Aquellas personas que, durante su estadía, pudimos compartir nuestros afectos y nuestros sueños sentimos que nos atravesó una brisa fresca de recuerdos imborrables.
Esto no es poco en un mundo que cada vez se muestra más y más efímero.
En esta ocasión la trajo la fiesta que vivió el pueblo de El Bolsón al cumplirse los primeros años de una Radio alternativa, FM Alas. En el marco de los 10 años de resistencia en el aire de la Radio, Realizó dos actuaciones en el Centro Artístico y Cultural La Fuente, presentando “Fragmentos de sus Obras” (con la ayuda de su asistente el Sergio), también aportó conocimientos de su cultura mapuche, colaborando con la presentación local de la obra “La Tierra Destrozada”, actuada por los pibes de la comunidad rural de la Rinconada Nahuelpan, y como si fuera poco en la escuela 270 presentó “La Tropilla de Ruperto”, en un escenario montado para el festejo popular, por donde pasaron durante dos días distintas expresiones de la región y el continente latinoamericano. Además se trasladó con “La Tropilla...” Hasta la escuela 89, en la hermana localidad de Epuyén.
Todo este trabajo artístico no le impidió compartir, fuera de los escenarios, su humanidad paisana.
Esta vuelta la Luisa trajo a varios personajes en las maletas y una vez más nos dejó sustanciales elementos para reconstruir nuestra identidad cultural. Así fue como aparecieron, despacito como quien con respeto expone lo más querido, el Ruperto de “La Tropilla...” o la abuela Erminda de “Es bueno mirarse en la propia sombra”, entre otros.
Reconocernos en su labor actoral nos permite activar la verdadera fuerza que esconde nuestro espíritu. Difícilmente una cultura metida a palos nos pueda brindar una sensación parecida.
Hoy nos atraviesa una crisis cultural que destiñe al más pintado. Desde mucho tiempo atrás nos enseñaron a despreciar lo nuestro, a subestimar lo propio, de alguna manera a degradar a nuestra matriz cultural mestiza. Aquella que abraza a los primitivos pobladores, los aborígenes, y a los expulsados de otros continentes; que no eran más que los morochos, los desocupados, los perseguidos por diversas causas, que bajaron de los barcos en distintas épocas. Como diría Aníbal Ford: “Este es un país que se desconoce así mismo”.
De ahí en adelante se nos complica, cada vez más, encontrar algún tipo de orientación que nos permita avanzar como comunidad.
Si alguno de los personajes puestos en escena por la Calcumil nos movieron alguna partecita, que vaya a saber donde a futuro se colocará, es síntoma de que nuestro cuerpo acusa tener buena salud.
Aprender a reírnos y emocionarnos de lo propio, salir de la angustia, es todo un desafío. En ese sentido, Luisa Calcumil es un lago cristalino donde poder reflejarnos.

Gustavo Rivero - Especial para La
Región






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